martes, 25 de julio de 2017

El torreón de Pinto, la prisión de la princesa tuerta


Bien entrado el siglo XVI, cuando ya los castillos apenas eran visitados por sus dueños, fue práctica habitual que esos propietarios los pusieran al servicio de la justicia real como cárceles para nobles. La seguridad que ofrecían sus recios muros se convertía así en el mejor modo no de evitar un ataque exterior sino más bien una fuga desde su interior. Esto sucedió sobre todo con los situados en los alrededores de la Corte, lo suficientemente lejos como para evitar el contacto de los presos con sus partidarios, no tanto como para impedir su inmediata comparecencia en los juicios que sobre sus causas se llevasen a cabo en Madrid.El torreón de Pinto tiene el honor de ser una de las prisiones en que estuvo cautiva, tras caer en desgracia y ser acusada de conspiración contra la Corona en 1579, la fascinante Ana Mendoza de la Cerda, Duquesa de Pastrana y Princesa de Éboli, una mujer con personalidad propia en un mundo de hombres, una viuda poderosa que, con su parche en el ojo, no se sabe si por haberlo perdido practicando esgrima o por ser estrábica, no podía pasar desapercibida ni dejar de provocar secreta admiración o manifiesto rechazo. La leyenda que la envuelve incluye unos supuestos amoríos con el propio rey, quien, con su castigo, habría pagado en carne ajena la frustración de no poder dominar por completo a la independiente Ana. En Pinto también estuvo preso su presunto compañero de intrigas, Antonio Pérez, secretario de Felipe II.



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